Querida Kitty. Te he hablado alguna vez de la horrenda imagen que azotó mi niñez, en la cual una madre, probablemente la mía, entre penumbras de invierno, alumbrada con una tenue luz de lámpara, desnuda, estaba en posición en pie, avanzando, flopy-flopy, hacia mí, que estaba detrás del hueco de la cerradura de la puerta de la habitación. Set decorado Ars-Mutis, avanzaba y avanzaba, flopy-flopy, mis ojos no podían apartarse del enorme sexo de la madre, todo el velludo pubis enmarcaba un protuberante sexo masculino, la madre no tenía cara, pero el colgante pene y sus adminículos emergían de la negrura inguinal. La atmósfera estaba cargada y tenía calor. Yo miraba sin ser visto y me sentía terriblemente culpable, como ahora, después de tantos años.
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