Para mí, querido niño, tú no debes entrar en esta kermesse.
Deja para mañana la noria y el tiovivo, siempre se vuelve al punto de origen.
Imagina una vagoneta de noria lanzada al espacio y sin regresar a su salida, todas las vagonetas restantes siguiendo a la primera ensartadas por cadenas y metal, formando el más maravilloso y espectacular collar luminoso que en el cielo pueda verse, cayendo suavemente hacia el mar, penetrando en las negras aguas del Mediterráneo.
Es noche sin luna, los abismos os acogen, nunca más se regresa; se descansa por fin, eternamente se es feliz, porque no se existe.
De repente, la noria se pone en marcha, los descoyuntados elementos se reagrupan y las luces se encienden en el fondo del mar en las costas de Argelia.
La noria regresa a su antigua velocidad y con su luz y música espectral.
Tú te asustas, tu carne es cartón y tus ojos cuencos, mis manos todo hueso palpan tu no existente cintura.
Estoy aterrado, me aferro a ti y daré vueltas mientras exista este maldito mecanismo.
La kermesse no puede parar, yo soy consciente de nuestro destino, tú no.
Adiós, mi niño.
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