En unos tiempos tan duros como los actuales y con contrastes tan bruscos como aquella amiga mía que para calmarse se metía en la bañera llena de sales y espuma color pink-rose-water melon-brandy, encendía ella la pantalla de su televisor y veía las guerrillas de Sudamérica, las masacres del Vietcong y futbol escocés, con un san francisco en la mano derecha y fumando un ‘Shadow’, se estaba en la bañera días y días, tuvo recepciones en su sala de baño, gente dispar sentada por el suelo, bidet, WC, y con las botellas de champán en fresco dentro del lavabo, en la bañera tuvo tres amantes, un desahucio y un cumpleaños, medio embarazo y un curso por correspondencia ‘Aprenda italiano en 24 lecciones’.
Mi amiga la Transavaal era genialoide en varios aspectos, le gustaban las croquetas y los esbozos de dibujos. ‘Aprenda italiano en 24 lecciones’.
Yo la imaginaba en sus gloriosas carnes paseando sus blancos glúteos, porque eran de una elocuencia sus glúteos, que expresaban mejor que su rostro, tristeza o hambre, risa irónica o llanto desconsolado, sus redondeces glúteas eran solo dos, pero destacaban de la multitud por ser precisamente tan perfectamente iguales, el glúteo izquierdo al glúteo derecho.
Recuerdo una vez que con una croqueta en la mano parecía desconsolada.
Después de una tentativa de varias horas por indagar el motivo de su pesimismo, me enteré de que a la pobre Starling le había salido un grano bermellón oscuro en la mitad de su culo izquierdo y esto haría tambalear el equilibrio nacional.
Un grano en aquella montaña nívea de piel rasa y terso satén, un grano que llegaba para ofender la estética imperante.
Tuvo este grano todo el verano, fue un verano sin sol, sin claveles y sin turismo.
La última noticia que tuve de la Starling Transavaal es que quiere regresar a Torremolinos.
Veremos...
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