dimarts, 6 de febrer del 2024

VERNISSAGE SENTIMENTAL 1

 Me hubiese gustado ser ave, volar, ser libre, inundarme de tópicos, pero cuando pienso en la tristeza constante que acompaña a una clueca, pienso que no quisiera ser ave, sino viento, pero el viento frío del norte que es recibido en todos los rostros con ostensibles muestras de desagrado o el cálido siroco siempre en contacto con las arenas de África, secas, feas de color y de vida estéril. 

Tampoco quiero ser viento, ni teléfono, ni Baronesa, ni nada y menos que nada, yo mismo. 

Cuando tenía seis años me miraba en el espejo del pequeño cuarto de baño que teníamos en el Dry Village, y frente al espejo me encontraba solo y en mi soledad quería ser hermoso y era feo, feo, feo. 

También cuando hice mi primera comunión no pude resistir el impulso de ser el mejor, arrepentirme de mis pequeñas faltas, que en aquellos días se me antojaban enormemente grandes y quería llorar en mis divagaciones místicas, me veía en las rodillas de Pio XII que amablemente me daba palmaditas en la espalda.
 
Quería lágrimas. 

Toda mi vida he envidiado a los actores y actrices que en la escena y en la vida soltáis la lagrimita y convencéis a los demás. 

No a ti, Carlota, que cuando te enterabas de que alguien se rompía una pierna, accidente de automóvil, muerte de familiar... te reías con tu espasmódica risa tan típica de ti, con tu gesto compungido y tu sonrisa aflorando por las comisuras de tu boca, tan cínica, tan verdad.



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